Confinamiento
A lo largo de estos meses de confinamiento las calles estaban casi desiertas. La vida en la Plaza Masadas era silencio y de una tranquilidad extraña. Poca gente circulaba bajo las arcadas. Los que atravesaban la plaza, tenían la excusa de sacar a dar la vuelta al perro. Otros, para hacer la compra. A veces la lluvia entre relámpagos y truenos, rompía en medio de la noche otorgando un halo de misterio de novela. Alguien con el pan bajo el brazo, por la mañana temprano apuraba el paso para saborear el desayuno. Trabajadores de la compañía de la luz arreglaban alguna avería. Las palomas hacían el amor en medio de una primavera sin festejos, los naranjos amargos exhalaban el perfume de azahar mientras los ciruelos maduraban sus frutos en el árbol más frondoso, frente a mi ventana.